jueves, 4 de enero de 2018

SAN MIGUEL ARCÁNGEL PATRONO DE LA CONTRA-REVOLUCIÓN



Dios hizo todas las cosas de la nada. Su Palabra omnipotente las llamó a la existencia. De este modo, por voluntad divina, existieron el cielo y la tierra; el mundo espiritual e invisible y el mundo material y visible.

Al mundo espiritual e invisible pertenece la creación de seres espirituales, puros espíritus[1], que la Sagrada Escritura identifica como ángeles.

Las criaturas más nobles creadas por Dios son los ángeles, criaturas inteligentes y puramente espirituales. Dios creó a los ángeles para que le honren y le sirvan y para hacerlos eternamente bienaventurados.[2]

Pensemos en la multitud de ángeles que están en su presencia, siempre dispuestos a cumplir sus órdenes. Dice, en efecto, la Escritura: Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes y gritaban, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!».[3]

I. La primera Revolución de la historia

Los ángeles fueron creados en estado de gracia y en posesión de la felicidad que les correspondía conforme a su naturaleza. Antes de admitir a los ángeles a la visión plena de Su Gloria (visión beatifica), Dios los sometió a una prueba.

Las enseñanzas de San Cipriano, San Bernardo y otros santos, Tertuliano y múltiples teólogos, sostienen que esa prueba consistió en que el Padre Eterno reveló a los ángeles la futura encarnación de Su Divino Hijo, el cual había de nacer de la Virgen María, y haciéndoles saber que al Dios hecho Hombre debían rendir adoración.

Como afirma Santo Tomás de Aquino, tenían que esperar y merecer la bienaventuranza sobrenatural, la cual consiste en la visión de Dios. Por lo mismo fueron elevados por encima de su propia naturaleza, ya rica de por sí, y a la vez marcados con un carácter divino que los ponía en la posibilidad de alcanzar la bienaventuranza sobrenatural. Esta felicidad eterna es algo gratuito y al mismo tiempo rebasa todas las fuerzas de las creaturas para conseguirla, tanto en los ángeles como en los hombres. Para obtenerla es absolutamente necesaria la gracia divina, y los ángeles debían merecerla por su fidelidad a ella; pero dada la perfección de su naturaleza, en un único acto de su voluntad decidieron para siempre, irrevocablemente. Puesto que los ángeles son exclusivamente espirituales, no tienen cuerpo ni sensibilidad como nosotros los humanos; por eso su conocimiento de la realidad no es mediante raciocinios ni sensaciones, ni es imperfecto, sino que es intuitivo y sin error. Además de este conocimiento que poseen según su naturaleza, y de conocerse entre ellos mismos, tienen el conocimiento de aquellas cosas que Dios les quiere participar. De hecho los ángeles nunca se encuentran en estado de ignorancia, como sucede muchas veces entre nosotros los hombres, lo cual no significa que tengan una sabiduría infinita como la de Dios, pues hay cosas que solamente Él conoce, pero ellos pueden pasar de una noción a otra”. (…) “No podían alcanzar la bienaventuranza eterna y ver a Dios cara a cara sino con la gracia divina y después de realizar un acto meritorio, ya que, como dice Santo Tomás, después de que el ángel ejercitó el primer acto de caridad por el que mereció la bienaventuranza, fue inmediatamente bienaventurado; en tanto que el resto, los demonios, pecaron por soberbia, buscando una falsa independencia de Dios, inclinándose por su libre albedrío al propio bien, sin la subordinación a la regla de la voluntad divina. Los ángeles eligieron a Dios, y los demonios se prefirieron a sí mismos.[4]

II. San Miguel, Arcángel de Dios

Cuando (los ángeles) vienen a desempeñar algún encargo entre nosotros, toman nombre del cargo mismo que desempeñan. Así pues, Miguel significa quién como Dios; Gabriel fortaleza de Dios y, por último, Rafael medicina de Dios.[5]

San Miguel Arcángel, es profeta, guerrero, exorcista, que venció en el Reino de los Cielos a la primera Revolución, la Revolución matriz, modelo y foco de las demás.

Profeta vigilantísimo, el primero en alzar la voz de indignación contra-revolucionaria que suscitó y coligó, bajo su comando, las legiones de fidelidad sacral inquebrantable.

Guerrero invencible, de fuerza dominadora y de santa tenacidad, fue el primero en el ataque, el más fuerte en el impacto, el decisor al arrojar por tierra al adversario, el supremamente tenaz en repeler todas las seducciones, furores y celadas de este.

Exorcista irreductible, el Altísimo le revistió de aquel poder invencible que aniquila las investidas y las trampas del demonio, tornándolo tan impotente y tan despreciable, cuanto es infame y odioso.[6]

Miguel el contemplador: si recurrimos a los datos que nos ofrecen la teología y la liturgia, San Miguel se nos presenta, ante todo, como el ángel que está en la presencia de Dios, el ángel de la trascendencia, de la adoración.

Es el ángel de la alabanza: en realidad, todos los ángeles están dedicados a la alabanza, al canto del Trisagio eterno. Pero, al parecer, algunos de entre ellos se destacan en esta sagrada ocupación. La Tradición ha incluido ordinariamente a San Miguel en el coro de los siete ángeles que, según la Escritura, están siempre delante del Señor (cf. Tob. 12, 15; Ap. 1, 4; 5, 6; 8, 2). Mikael es presentado como el Ángel de la Faz, el corifeo de los que cantan la gloria de Dios.

Es el ángel turiferario: en el marco de esta función general de alabanza, San Miguel es caracterizado como el ángel del incienso: Vi siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas. Llegó otro ángel y púsose en pie junto al altar con un incensario de oro, y fuéronle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que está delante del trono. El humo de los perfumes subió, con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios.[7]

Es el ángel intercesor: con el turíbulo de la alabanza en sus manos, no agota la totalidad de su misión. La liturgia pide que, sin detrimento de su contemplación adorante en el cielo, no deje de ayudarnos a nosotros, que estamos en la tierra… Los ángeles no agotan, pues, su cometido en la sola adoración. Se preocupan también por la obra redentora. Acompañaron primero al Verbo que descendió al mundo. Al mismo tiempo que contemplan, sin intermitencias, el rostro de Dios, no dejan de ayudar a los hombres indigentes. Unen admirablemente la contemplación y la acción.[8]

III. Patrono de los contra-revolucionarios

El Prof. Plinio Correa de Oliveira dijo que debemos considerar a San Miguel como nuestro aliado natural en la lucha; porque el movimiento contrarrevolucionario quiere ser nada más que un grupo de hombres que ejecutan, a nivel humano, mutatis mutandis, la tarea de San Miguel Arcángel; en otras palabras, defender el honor de Dios, la gloria de Nuestra Señora, la Iglesia Católica y la civilización cristiana. Por lo tanto, es muy apropiado para los contra-revolucionarios tener a San Miguel Arcángel como su especial patrón.

Contra-revolucionario es quien:

– Conoce la Revolución, el Orden y la Contra-Revolución en su espíritu, sus doctrinas y sus métodos respectivos.

– Ama la Contra-Revolución y el Orden cristiano, odia la Revolución y el «anti-orden».

– Hace de ese amor y de ese odio el eje en torno del cual gravitan todos sus ideales, preferencias y actividades.[9]

El Arcángel Miguel es el guardián de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la Iglesia y el protector de los cristianos contra los poderes diabólicos, especialmente a la hora de la muerte.

En aquel tiempo se alzará Miguel, el gran príncipe y defensor de los hijos de tu pueblo; y vendrá tiempo de angustia cual nunca ha habido desde que existen naciones hasta ese tiempo. En ese tiempo será librado tu pueblo, todo aquel que se hallare inscrito en el libro. También muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para vida eterna, otros para ignominia y vergüenza eterna.[10]

Don Plinio Correa de Oliveira describe al Arcángel Miguel como modelo de virtudes, y asimismo como modelo de combatividad: «Dios quiso que San Miguel fuese su escudo contra el Diablo en la primera batalla celestial. Él también quiere que Michael para sea el escudo de los hombres contra el Diablo, y el escudo de la Santa Iglesia Católica también. Pero San Miguel no se limita a ser un escudo de protección. Él es también un arma para derrotar y lanzar al enemigo al infierno. Es una doble misión que se correlaciona».

San Miguel Arcángel es el contra-revolucionario rutilante de sacralidad, de pureza y de fuerza,[11] es modélico en la perpetua lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Vivimos tiempos de grandes tribulaciones para la Verdadera Fe. «En este siglo en que el poder de las tinieblas alza con tanta insolencia su estandarte, sobre el mundo profanado, y sobre – oh! Dolor- los hijos de nuestra Madre, la Iglesia tres veces santa e imperecible».[12]

Enseña San Agustín que hay dos mundos, el uno creado por el Verbo, el otro regido por el Príncipe de las tinieblas: la Ciudad del Hombre, que lucha contra la Ciudad de Dios desde el comienzo; misterio de iniquidad, que es la raíz de todas las herejías y el fuego de todas las persecuciones; «es la quietud incestuosa de la criatura asentada sobre su diferencia específica»; la continua rebelión del intelecto pecador contra su principio y su fin, eco multiplicado en las edades del «no serviré» de Satanás.[13]

Como afirma San Pablo, el misterio de la iniquidad ya está en acción:[14] la rebelión de los hombres y de las naciones contra la Revelación y el imperio de Nuestro Señor Jesucristo, la rebelión contra el Dios Verdadero.

Mikael es el guerrero del Altísimo que no permitirá que la majestad divina sea desafiada u ofendida en su presencia.

Dice San Francisco de Sales que la veneración a San Miguel es el más grande remedio en contra de la rebeldía y la desobediencia a los mandamientos de Dios, en contra del ateísmo, el escepticismo y la infidelidad.

El Arcángel Mikael, nos enseña que no es suficiente para un católico comportarse bien, la misión del verdadero discípulo del Señor es luchar contra el Mal, y no sólo de un mal abstracto, sino del mal como existe en los impíos y pecadores. San Miguel no arrojó al infierno el mal como una idea, como una mera concepción del intelecto, como un principio, como algo abstracto, ya que ni los principios ni los conceptos son susceptibles de ser quemados por el fuego eterno, él arrojó al infierno a Lucifer y sus secuaces, repudiando el mal que existía en ellos.

Los contra-revolucionarios necesitamos la fuerza de nuestro Patrón, el don, por amor a nuestra Reina y Madre, de increpar, fustigar, golpear, talar, quebrar y pisar a la Babel moderna, satánica e igualitaria, a los poderes ocultos que la rigen, a las estructuras que le aseguran la dominación universal, a los falsos profetas que la sustentan, a los encantamientos mentirosos con que pierden a las multitudes.

Y así, el lodo huirá para los antros de la tierra. Las tinieblas se sumirán en sus escondites infernales. ¡Y la tempestad vencida, dará lugar a un orden sacral y jerárquico, y altamente perfecto, del Reino de María! [15]

Germán Mazuelo-Leytón


[1] DANIEL 3, 65.

[2] Cf.: SAN PIO X, Catecismo Mayor.

[3] SAN CLEMENTE ROMANO, Carta a los Corintios, 30, 3-4.

[4] MARTÍNEZ G., FRANCISCO, Ángeles, Demonios y Hombre.

[5] SAN GREGORIO MAGNO, Homilía 34, sobre los Evangelios.

[6] Cf.: CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Consagración a San Miguel Arcángel.

[7] APOCALIPSIS 8, 2-4.

[8] Cf. SÁENZ S.J., P. ALFREDO, San Miguel, Arcángel de Dios.

[9] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Revolución y Contra-revolución, cap. IV.

[10] DANIEL 12, 1-2.

[11] Cf.: CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Consagración a San Miguel Arcángel.

[12] Cf.: CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Consagración a San Miguel Arcángel.

[13] CASTELLANI, LEONARDO, Cristo vuelve o no vuelve.

[14] Cf.: II TESALONISENSES, 2, 4-12.

[15] Cf.: CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Consagración a San Miguel Arcángel.