domingo, 25 de septiembre de 2016

SAN PÍO X Y EL MODERNISMO


ALOCUCIÓN “EL GRAVE DOLOR” 
(27 de mayo de 1914)

En ocasión de la imposición del birrete a los nuevos Cardenales, el Papa les recuerda el deber de mantener la integridad de la fe contra las tendencias modernistas, que se encuentran en el interior del ambiente eclesial.

San Pío X comienza la Alocución recordando a los purpurados que deben ser para él ayuda válida “para resistir los astutos asaltos, los cuales ha señalado la Iglesia, no tanto por parte de abiertos enemigos, sino especialmente de sus mismos hijos”[i]. El Pontífice recuerda de nuevo que el peligro del modernismo está precisamente en mostrarse aparentemente hijo de la Iglesia para sabotearla desde su interior de manera astuta, o sea, con la falsedad y el engaño.

Los modernistas -dice San Pío X- están impregnados de “ciertas ideas de conciliación entre la fe con el espíritu moderno, ideas que conducen mucho más lejos de lo que se piensa, no sólo al desvanecimiento, sino a la pérdida total de la fe”[ii].

Esta frase nos ayuda a comprender la gravedad de la situación actual a partir del Concilio Vaticano II, época en la que los hombres de Iglesia quieren dialogar con el mundo moderno, o sea, con la filosofía de la modernidad idealista[iii].

El resultado de este “diálogo” ha sido el predicho por San Pío X, no sólo el desvanecimiento, sino la pérdida total de la fe, ya que, si se desposa la doctrina cristiana con el subjetivismo idealista, entonces del cristianismo permanece sólo el nombre, pero desaparece la sustancia. Dios no es ya un Ser real y objetivo independientemente de lo que piensen los hombres, sino que es el producto del pensamiento humano y, de esta manera, todos los dogmas y la Ley divina son interpretados subjetivamente y no tienen valor objetivo.

“No es nuevo -continúa San Pío X- encontrarse con personas que manifiestan dudas e incertidumbres, y también afirmaciones sobre errores manifiestos, cien veces condenados, y, no obstante, están persuadidos de que no haberse alejado jamás de la Iglesia, porque alguna vez han cumplido las prácticas cristianas”[iv].

Los modernistas dudan de las verdades de fe y se adhieren a los errores evidentes ya condenados por la Iglesia; piensan hacer parte todavía de ella, pero se han alejado mucho. Sin embargo, aparentan que no pasa nada y se comportan como si fueran todavía miembros de la Iglesia para poderla arruinar y reconducir desde dentro según sus propósitos.

“¡Oh -exclama el Papa- cuántos navegantes, cuántos pilotos y, Dios no lo quiera, cuantos capitanes haciendo compromisos con las novedades profanas y con la conciencia mentirosa del tiempo, en vez de llegar al puerto, naufragaron![v]. Terribles son estas palabras: no sólo los “navegantes”, o sea, los fieles, sino también los “pilotos”, es decir, los sacerdotes, y los “capitanes”, es decir, los obispos, en gran número, naufragaron en la fe y en la obra de la salvación dialogando con la modernidad y con la falsa filosofía del mundo moderno.

Al final de su Pontificado, el papa Sarto manifiesta ser muy consciente de que muchos sacerdotes y obispos se dejaron cegar por la falsa doctrina modernista.

Hoy nos toca a nosotros. No nos dejemos encantar por las sirenas del neo-modernismo, que nos invitan a banquetear con ellas para corromper nuestra fe, si no queremos también nosotros naufragar y no llegar al puerto de la salvación.

El Papa exhorta a los cardenales a la unión con él en la lucha contra el modernismo: “en estas duras condiciones tengo precisamente necesidad del válido y eficaz concurso de vuestra obra. […]. Predicad a todos, pero especialmente a los eclesiásticos, que nada disgusta a Nuestro Señor Jesucristo, y por tanto a su Vicario, como la discordia en materia de doctrina, porque en las desuniones y en las disputas Satanás vence siempre”[vi].

Pésense las palabras. “En estas duras condiciones”: San Pío X comprendió muy bien lo grave que es la crisis que ha producido el modernismo en el seno de la Iglesia en el lejano 1914. No nos ilusionemos con que en 2016 las cosas no sean tan graves como dicen los que son ridiculizados como “profetas de desventuras”. Si se entra en el camino del modernismo se va seguramente hacia el naufragio como nos advirtió el papa Sarto. Es necesaria, por el contrario, la unidad de doctrina, la verdadera fe y el repudio de los halagos modernistas. Sin esta unidad doctrinal, vencerá Satanás y caeremos en sus redes.

Para no caer en la trampa puesta por los modernistas es necesario que se evite su compañía y la lectura de sus libros, porque “es difícil manejar la pez y no mancharse”[vii].

San Pío X recuerda que “son hijos devotos del Papa aquellos que obedecen a su palabra y lo siguen y no aquellos que estudian todos los medios para eludir sus órdenes”[viii]. En efecto, los modernistas para sustraerse a las condenas papales iban diciendo que las Encíclicas y los documentos de condena del modernismo no eran obra del Papa, sino de los malvados cardenales que lo circundaban y lo influenciaban de mala manera.

* * *

Ha sido justamente observado que, en esta alocución, San Pío X manifiesta su “grave dolor” por la soledad en la que es abandonado por sus colaboradores naturales (obispos y cardenales) en la lucha contra el modernismo. También su sucesor Benedicto XV confesará haber considerado exageradas las denuncias de San Pío X contra el modernismo y haber comprendido la gravedad de la situación sólo cuando ascendió al solio pontificio (teste ex auditu en el estudio de la sección histórica para la causa de los Santos).

Joseph

SÍ SÍ NO NO

[Traducción de Marianus el Eremita]

[i] U. Bellocchi (a cargo de), Tutte le Encicliche e i principali Documenti pontifici emanati dal 1740, Città del Vaticano, LEV, vol. VII, Pío X, 1999, p. 514.
[ii] Ivi.

[iii] Juan XXIII, en el Discurso de apertura del Concilio (11 de octubre de 1962), dijo: “llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que […] van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando. […]. Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bologna, IX ed. 1971, p. [39]. Pablo VI, en el Discurso de apertura del 2º periodo del Concilio (29 de septiembre de 1963), confirmó: “el Concilio tratará de tender un puente hacia el mundo contemporáneo” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bologna, IX ed., 1971, p. [109]). Todavía Pablo VI en la Homilía de la novena sesión del Concilio (7 de diciembre de 1965) llegó a decir: La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. […]. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […]. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferirle siquiera este mérito y reconocer nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre. […]. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. […]. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimente diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bologna, IX ed., 1971, p. [282-283]). También Pablo VI confirmó que la Iglesia contemporánea va buscando “algunos puntos de convergencia entre el pensamiento de la Iglesia y la mentalidad característica de nuestro tiempo” (Osservatore Romano, 25 de julio de 1974). Y hoy, Francisco I responde a Eugenio Scalfari: “El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Desde entonces se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer” (Reppublica, 1 de octubre de 2013, p. 3). Y no se puede decir que no lo esté haciendo.

[iv] U. Bellocchi (a cargo de), Tutte le Encicliche e i principali Documenti pontifici emanati dal 1740, Città del Vaticano, LEV, vol. VII, Pío X, 1999, p. 514.

[v] Ibidem, p. 515.

[vi] Ivi.

[vii] Ivi.

[viii] Ivi.