martes, 2 de agosto de 2016

¿NO ES ESTA LA HORA DE JESÚS?




Una babel como la actual en el mundo y en la Iglesia pienso que no se haya visto jamás. Autoridades de la Iglesia que callan ante legisladores que legalizan aquello de lo que incluso los antiguos se avergonzaban; que proponen instituir las “diaconisas”; los mejores católicos “amartillados” muy a menudo; muchos anticlericales y sin Dios presentados como modelos… y otras cosas amenas. Sacerdotes y Obispos que han reducido su predicación poco menos que a la educación cívica; el Credo católico y la Moral sacudidos por un documento que se titula Amoris laetitia, pero que debería llamarse Amoris malitia, todo esto y más aún deja a la gente todavía honesta y amiga de la Verdad sin palabras, asombrada, alucinada.

Sabemos que hay reuniones de sacerdotes que compiten a ver quién dice más despropósitos. Delante de todos el vacío de las iglesias y de los seminarios, causado por al menos tres generaciones dejadas sin catequesis verdadera, pero de esto se echa la culpa a la secularización, al descenso de los nacimientos, como si los hombres de Iglesia no tuvieran culpa alguna cuando desde hace más de 50 años nos han cambiado la Religión y hoy tenemos un Pastor que ya no sabemos lo que es. La gente, que cree o ya no cree más, dice una cosa sola: “Ya no hay nada, todo se ha derrumbado, ya no hay certezas ni puntos de referencia. Ya no hay guías, ya no hay jefes: no hay directivas de marcha, en una palabra ya no hay nada”.

Por desgracia es cierto, ciertísimo. ¿Os acordáis, amigos, cuando a la cabeza de la Iglesia había un Papa como el Ven. Pío XII, “el Cristo” convertido verdaderamente en “romano”; y en un pueblo perdido del Gargano, San Giovanni Rotondo, un pobre fraile de nombre padre Pío dirigía almas de humildes fieles, de intelectuales, de sacerdotes, de Obispos, y daba la certeza de ver a Cristo vivo en él? Entonces no faltaban los guías, ni siquiera entre los Obispos.

Hoy, nada de nada. ¿A quién miramos? ¿A quién vamos? ¿Quiénes somos todavía? ¿En qué abismo debemos caer?!

Pero una cosa es cierta: ¡esta hora de la historia podría ser una hora maravillosa para Cristo, el Rey de reyes, el único Rey! Pero es necesario que alquilen se levante -un hombre o varios hombres de Iglesia, o también un laico o un grupo de laicos verdaderamente católicos- pero no para “dialogar” con este o aquel en busca de no se sabe qué, sino, con riqueza de fe y de amor en El, sin miedo de ir contracorriente o de aparecer superados, se levante -de verdad- para proclamar que ¡sólo Jesucristo es el Guía y la Cabeza verdadera, sólo El es el Salvador y el único Rey de la humanidad, que sólo en El puede renacer la civilización verdadera, que sólo El es la respuesta definitiva y adecuada a todos los problemas!

¿Quién será este Hombre de Iglesia o este christifidelis laicus? ¿Un Papa docto y santo? ¿El próximo Papa? ¿O más bien un Santo que en su fisonomía haga ver, como Francisco de Asís o Domingo de Guzmán, el Rostro radiante de Jesús?

Pidámoslo a la Virgen con el Rosario, postrados por tierra, pero desde hoy ¡empecémoslo a ser nosotros! ¡El mundo, la Iglesia espera a Jesucristo y un Santo, un apóstol -también pequeño- que se lo anuncia y se lo haga ver! ¡Sí, esta es la hora de Jesús!

En la espera de que alguno se despierte de la embriaguez de los “valores” humanos puestos en el sitio de Jesucristo, ¿qué hacer para custodiar nuestra santa Fe católica en su integridad? Una cosa simple, posible para todos: poner sobre la propia mesa, sobre la mesilla de noche, el Evangelio de Jesús (con las notas del tiempo del Ven. Pío XII, por ejemplo del padre Alberto Vaccari o del abad Ricciotti) y el Catecismo de San Pío X, si es posible el comentado por el padre Dragone y leerlos, meditarlos, y rezar y rezar, y SEGUIRLOS SOLO A ELLOS, que resumen la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia. Basta esto para custodiar la fe, porque de otras novedades no queremos saber nada.

SÍ SÍ NO NO

[Traducido por Marianus el Eremita]