viernes, 26 de febrero de 2016

MILAGROS EUCARISTICOS - 45


REINARE
Año 1733 Valladolid España

Cuando la impiedad declara abiertamente guerra a Cristo revolviéndose, en su furor satánico, contra las veneradas imágenes del Sagrado Corazón que públicamente presiden las tranquilas moradas de sus fieles devotos, es muy consolador recordar las promesas que el bondadoso Jesús se dignó hacer respecto al establecimiento y propagación del culto de su Corazón divino en España.

Fue el confidente y depositario de tan regaladas promesas el Venerable Padre Bernardo de Hoyos, de la Compañía de Jesús, favorecido con frecuentes apariciones del Sagrado Corazón, y muerto en olor de santidad, en Valladolid, el día 25 de Noviembre de 1735.

Le aconteció un día, después de haber comulgado, que se puso el Arcángel San Miguel a su lado, y le dijo cómo llegaría el culto del Corazón de Jesús a extenderse por toda España y más universalmente por toda la iglesia, teniéndose que vencer para ello gravísimas dificultades, y que él como príncipe de la celestial milicia asistiría a una empresa de tanta gloria de Dios.

Luego le encerró Cristo dentro de su Corazón, que se mostró al Venerable P. Hoyos muy resplandeciente, arrojando llamas del más vivo amor, de manera que parecía un volcán de fuego abrasador.

Se le apareció otro día, después de la Comunión, el Sagrado Corazón, pero rodeado de espinas, una cruz en la parte superior, y la herida que se le manifestaba muy visible.

Le convidó Jesús a que introdujera su corazón por aquella herida; y como aceptase al punto la invitación, le advirtió el Señor se lastimaría cuando atravesase la corona de espinas, pero enardeciéndose entonces más el amor del santo joven, penetró hasta lo íntimo, donde experimentó se habían convertido en rosas suavísimas las punzantes espinas.

Recogida ya su alma, en aquel camarín celestial, decía: «Haec requies mea in saeculum saeculi: Hic habitabo quoniam elegi eam». (Ps. CXXXI, V. 14). Este es para siempre el lugar de mi reposo: aquí habitaré porque este es el sitio que me he escogido. Le dio el Señor a entender que si gustaba las delicias de su Corazón, no era para sí solo, sino para que por su medio las gustasen otras almas.

Entre varias fervorosas súplicas pidió entonces el santo Jesuita la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús especialmente para España, y tuvo el inefable consuelo de oír, de labios del mismo Señor, la siguiente promesa:

«Reinaré en España, y con más veneración que en otras partes».

(P. José Eugenio de Uriarte, S.J. Principio del Reinado del 
Sagrado Corazón de Jesús en España.)

P. Manuel Traval y Roset