lunes, 21 de septiembre de 2015

EL SÍNODO ESTÁ ARREGLADO: EDWARD PENTIN RELATA LAS ÚLTIMAS ETAPAS DE LA REVOLUCIÓN


Todo el que desee entender lo que posiblemente enfrentaremos a continuación debe leer este libro cuanto antes.
Espero que no sea tarde para recomendar el detallado y equilibrado libro de Edward Pentin The Rigging of a Vatican Synod? An Investigation of Alleged Manipulation at the Extraordinary Synod on the Family (¿Se está manipulando un sínodo del Vaticano? Investigación de una posible manipulación del Sínodo Extraordinario de la Familia), porque todo el que desee entender lo que posiblemente enfrentaremos a continuación tiene que leerlo cuanto antes.
Escribo estas líneas el 14 de septiembre. Faltan menos de tres semanas para la inauguración de la segunda mitad del Sínodo de la Familia, que parece cada vez más un arma creada a propósito o, como sugiere Pentin, un caballo de Troya pensado y utilizado para poner fin a la oposición de la Iglesia Católica al nuevo paradigma social de libertad sexual sin trabas.
El mismo Edward Pentin, que se está convirtiendo rápidamente en la voz más confiable en lengua inglesa con relación al Vaticano, es el perfecto gentleman inglés, con la plena medida de esa característica nacional que es la reserva, y jamás se le ocurriría decir algo así. Su libro expone detenidamente todas las pruebas, incluyendo no obstante citas textuales de muchos obispos participantes en el Sínodo que permiten al lector arribar a las conclusiones obvias. Y obliga también al lector a mirar ineludiblemente adelante y preguntarse con qué nos las veremos probablemente en octubre.
¿Qué podemos esperar de la segunda parte del Sínodo? Pentin cita un artículo de Sandro Magister escrito durante la presentación del documento extraordinario, la relatio intermedia sobre el impresionante cambio de paradigma en el tema de la homosexualidad.
“Esto – escribió Magister – no habría sido posible sin una serie de pasos hábilmente calculados por quien llevaba, y lleva, las riendas en los procedimientos.”
El revelador libro de Pentin llega tal vez en el momento de mayor de confusión que ha visto la Iglesia desde fines de la década de los sesenta; las noticias de Roma comienzan a parecer una manguera de la que un lector sensato no se atrevería a beber. En la misma semana que se publicó el libro, el papa Francisco anunció sus enmiendas a las leyes sobre nulidad que ya han sido denunciadas como impracticables en informes de algunos canonistas, y que otros llaman una herida infligida a las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio.
Agregue estos elementos a los informes que afirman que los organizadores del sínodo prohibieron toda publicación de las actas, y el lector podrá deducir fácilmente que el Sínodo que empezará en tres semanas desencadenará en la Iglesia Católica una tormenta que rivalizará con la revolución protestante, o incluso la crisis arriana de hace diecisiete siglos. Como advirtió el padre Brian Harrison, “un grave e inminente peligro que amenaza con introducirse en la barca de Pedro, quebrarla y hacerla zozobrar.”
Parece claro que para Francisco y sus seguidores los dos sínodos de la familia fueron pensados como una operación de limpieza para concluir la obra del Vaticano II, tal como el cardenal Kasper dejó traslucir en sus numerosas entrevistas en las que promovió sus intenciones ocultas. Ciertamente no es secreto que hay personas del ala progresista de la Iglesia que han esperado pacientemente durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, esa larga pausa, para finalmente dar lugar a la culminación lógica de su trabajo en el Concilio. Es innegable que de manera extraoficial algunos han apodado los sínodos de Francisco “Concilio Vaticano 2.5”.

En una entrevista con Raymond Arroyo, Pentin dijo que el signo de interrogación en el título de su libro era importante, porque quería que los lectores contemplaran la evidencia y decidieran por sí mismos si hubo arreglo o manipulación. “¿Se estaba impulsando un plan secreto?”
Pentin dijo que sus investigaciones revelaron que los principales promotores fueron solo siete u ocho personas, “y venían de la cúpula.” Entre ellas estaban el secretario general del Sínodo, cardenal Lorenzo Baldisseri y “la secretaría del Sínodo.”
“Esas siete u ocho personas estaban ansiosas por ver ciertos resultados. Querían que su propuesta avanzara,” dijo.
Presencié el sínodo del 2014 como periodista, y asistí a las conferencias de prensa mientras los prelados cercanos al Papa anunciaban sus intenciones de alterar radicalmente la práctica pastoral católica de manera que la doctrina resultase una trasnochada y finalmente olvidada antigualla. Durante ese tiempo memorable tuve muchas conversaciones con Edward Pentin y otros periodistas que fueron unánimes en sus expresiones de asombro ante la descarada actuación de los administradores del Sínodo.
Si no salió nada en claro de tanto alboroto, lo que se puso de manifiesto fue que esos señores -el cardenal Baldisseri, el cardenal Marx, el cardenal Kasper, el arzobispo Bruno Forte- no sintieron  necesidad de disimular sus intenciones o sus acciones. Se sentían claramente seguros de que tenían autoridad para hacer o decir lo que quisieran.
Los que estuvieron al tanto de los increíbles disparates del sínodo de 2014 no encontrarán en el libro nada que no les resulte familiar. Desde luego, la mayor parte de lo que cuentan Pentin fue objeto de un cotilleo frenético y de especulación para los vaticanistas del momento. Mientras leía recordaba las constantes expresiones de triunfo de los periodistas anticatólicos convencionales, entre los que no faltaban los de la prensa nominalmente católica, a medida que se iban haciendo evidentes los resultados preestablecidos del Sínodo.
Hubo algunas anécdotas destacadas, como cuando el cardenal húngaro Petr Erdo, relator general del Sínodo, dio marcha atrás en lo que ostensiblemente era su propia relatio intermedia. Fue la explosiva relatio intermedia que incluía una exhortación a los católicos para que aceptasen y valorasen la orientación homosexual, y afirmaba que “sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta del sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.”
“Los críticos señalaron -escribe Pentin- que no había alusión a la doctrina católica de que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son intrínsecamente desordenadas, que los actos son gravemente pecaminosos (ni siquiera simplemente pecaminosos), o que la orientación homosexual sea objetivamente desordenada. Cuando en la conferencia de prensa del 13 de octubre le preguntaron por el párrafo pertinente, cedió la palabra al arzobispo Bruno Forte, diciendo: “Quién escribió el texto debe de saber de qué se trata.”
La publicación de la infame relatio intermedia no fue el primer indicio, aunque continúa siendo lo más grave del escándalo que hizo imposible continuar afirmando que el Sínodo estaba llevándose a cabo con normalidad.
La publicación de aquel documento directamente a los medios, llamativamente antes de que los obispos lo vieran y con temas que, según dijeron, ellos nunca habían discutido, fue uno de los síntomas más obvios de que no todo se estaba haciendo honradamente.
Pentin cita al cardenal Charles Napier, miembro del Consejo Permanente del Sínodo, que fue uno de los primeros en insinuar que los padres sinodales se sentían manipulados. Napier dijo que una vez que en los medios se daba a entender que la Iglesia estaba a punto de modificar sus enseñanzas sobre la homosexualidad no había manera de dar marcha atrás.
“Por tanto, parece razonable deducir que quienquiera que diese a conocer el documento a la prensa probablemente sabía el impacto que tendría, y efectivamente lo envió pasando además por encima de los padres sinodales y de, según pareció en el momento, el propio Pontífice”, continúa Pentin.
Y los que todavía duden de la participación del papa Francisco o de su aprobación de lo sucedido, pueden aceptar la palabra del cardenal Baldisseri, escogido por él para dirigir el Sínodo, que cuando le preguntaron en una entrevista si el Papa había leído y aprobado la relatio intermedia, confirmó que había hecho ambas cosas. El secretario general del Sínodo agregó: “Este punto es muy importante no sólo por su autoridad, sino también porque deja tranquilo al secretario general.”
Esta semana en el New York Times, Ross Douthat sugirió que el decreto del Papa sobre las nulidades era una manera de abrir paso en el programa del Sínodo de 2015 a la opción propuesta del Sínodo del año pasado como única solución católica legítima al problema de los católicos divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Pero esto plantea una cuestión aún más preocupante. Dada la naturaleza de las sugerencias de la relatio intermedia del año pasado, en particular sobre la legitimidad de las relaciones homosexuales, si la única opción canónica y doctrinalmente legítima está fuera de discusión, ¿de qué se va a hablar en concreto dentro de tres semanas?
Por supuesto, leyendo el libro mencionado, la respuesta se hace patente. Pentin le comentó a Arroyo que sus investigaciones lo llevaban a creer que el Sínodo se utilizó y está utilizando como un caballo de Troya para imponer la validación de las uniones de personas del mismo sexo dentro de la Iglesia, cambiando la postura de ésta sobre la sexualidad humana, la doctrina de la Iglesia, introduciendo novedades en la práctica pastoral.
Tal vez más ajustado al tema para los periodistas como para el público en general, se ha planteado otra cuestión: ¿sabremos alguna vez de lo que verdaderamente se habla en el Sínodo? El vaticanista italiano Andrea Gagliarducci escribió hace una semana que, no habiendo conseguido ganarse a una mayoría razonable de obispos en el Sínodo, los revolucionarios simplemente están cambiando las reglas para convertirlas en un factor con poco peso.
“Algunas personas bien informadas -escribe Gagliarducci- afirman que el sínodo de 2015 será muy diferente a todos los anteriores.”
“En primer lugar, no se publicará un informe intermedio. El año pasado, la relatio intermedia fue corregida de cabo a rabo antes de su publicación por algunos de los colaboradores más allegados al Papa, y desató mucha polémica (…) Pero su publicación unió a los seguidores de la doctrina católica, haciendo que se opusieran al rumbo que iba tomando el Sínodo. Finalmente alcanzaron un acuerdo aceptable para la relación final del Sínodo, que se publicó con numerosas referencias bíblicas que no figuraban en la relación intermedia.”
El año pasado, obispos y activistas católicos cada vez más preocupados y frustrados por el bloqueo virtual de las voces disidentes (es decir, doctrinalmente ortodoxas) y el silenciamiento en las conferencias de prensa, rechazaron la sugerencia de mantener conferencias de prensa separadas como única solución posible. Supuestamente, a esas alturas nadie quería verse, como dijo el cardenal Kasper, envuelto en un complot conservador enfrentándose al papa. Pero los acontecimientos se han acelerado tanto en el último año, que puede llegar a ser la única opción para los que quieran defender la Fe este año.
Prosigue Gagliarducci: “Evitar la publicación de un informe intermedio significaría eliminar toda posibilidad de discusión. El plan es que el Sínodo celebre reuniones en pequeños comités (circuli minores) sin un debate general. Al final, los informes de los grupos pequeños serían puestos en manos del Papa, que entonces pronunciaría el discurso final. Por el momento no se prevé un informe final o postsinodal.”
Quizás lo más importante a destacar del libro de Pentin es que quienes dirigen el espectáculo sinodal no tienen interés en mantener, defender ni promover la religión católica, así como ningún escrúpulo en mentir abiertamente al público y a los obispos. Por las anécdotas relatadas en el libro y el torrente de actividades del papa Francisco y sus subalternos desde octubre de 2014 queda claro hacia dónde vamos.
En cada etapa crítica de la revolución posterior al Concilio Vaticano II se han publicado libros que recogen minuciosamente quién hizo qué, cuándo y por qué, y yo diría que el de Pentin es el último en esa línea, siguiendo la estela de Ralph Witgen en “El Rin desemboca en el Tiber.” The Rigging of a Vatican Synod?, publicado hasta ahora por Ignatius Press únicamente en versión electrónica para leer en Kindle o laptop (portátil), debe necesariamente ocupar su lugar en el catálogo de obras imprescindibles para entender más claramente qué se le está haciendo a la Iglesia y quiénes lo hacen.
Hilary White
[Traducido por Marilina Manteiga]