jueves, 10 de julio de 2014

LA MEJOR BANDERA LA CRUZ - V


Exaltación de la Santa Cruz 

Tal es el título de la festividad que la Iglesia celebra el día 14 de Septiembre, festividad que inauguró la Iglesia griega ya en los tiempos de Constantino, al parecer, y que después cobró gran esplendor y pasó al Occidente, con motivo del triunfo en que acabó la guerra librada por el emperador Heraclio contra los persas, desde el año 621 al 629. 

Cosroes II, rey de Persia, y llamado por sus mismos cortesanos el Azote del género humano», se apoderó de Jerusalén, incendió las iglesias de la ciudad santa, se llevó cautiva gran parte de la población, robó todo lo que pudo haber á mano, en especial los vasos sagrados, cometió un sinnúmero de crueldades inauditas, y lo que fue más de lamentar, llevóse consigo el santo leño de la verdadera Cruz, con la riquísima caja de plata en que se guardaba cerrado y sellado. 

Reos de muchos pecados eran así los cristianos de Jerusalén como, en general, los demás del imperio, y Dios les castigó con tan terrible azote y les quitó aquel Arbol de vida que no eran dignos de poseer. Pero dispuso la divina Providencia que el santo Zacarías, Patriarca de Jerusalén, fuese del número de los cautivos, para que no faltase al santo depósito de la Cruz un vigilante guardián. 

Prosiguiendo Cosroes sus conquistas, se apoderó del Egipto y de cuantas provincias romanas había entonces en Asia y Africa, y no tardó en volver al Oriente griego y poner á Constantinopla en trance apuradísimo. El emperador Heraclio se acobardó de tal suerte, que dispuso fugarse precipitadamente; y lo hubiera efectuado, á no impedírselo en público el Patriarca Sergio, que asiéndole del brazo le conjuró en nombre de la Religión que cumpliese con sus oficios de emperador. 

Este arranque levantó los ánimos abatidos, resonó por todas partes el grito de guerra, cobró Heraclio insólito valor, diéronle los ricos alhajas y dinero, los monasterios y las iglesias le hicieron donación de los vasos sagrados para convertidos en moneda con que ocurrir á los gastos, y poco después Heraclio pasó el Bósforo con fuerte ejército para oponerse á la devastadora marcha de Cosroes. 

Una vez al otro lado del estrecho, reunió su ejército, y tomando en sus manos el Lábaro santo, juró por el Dios de la Cruz, en presencia de sus electrizadas legiones, combatir al frente de ellas hasta morir ó vencer, sin abandonarlas nunca, nunca, más que para conducirlas á la victoria si permanecían fieles al divino Rey de la Cruz. 

Desde entonces, trasformado su ejército de cristiano tibio en fervoroso, de apocado en valiente y de indisciplinado en modelo de disciplina, paseó de victoria en victoria el estandarte de la Cruz por el Asia, mientras en Europa se oraba públicamente por el triunfo de las armas imperiales. La ira del Señor aplacada, iban los cristianos á reconquistar lo perdido. 

El entusiasmo religioso del ejército de la Cruz, dirigido por la ciencia de los combates y protegido por el Señor Dios de los ejércitos, hizo prodigios, obró milagros, destrozó en solas tres batallas los tres formidables ejércitos reunidos sucesivamente por Cosroes, el cual al fin murió asesinado por su propio hijo Siroes. Este pidió la paz á Heraclio, el cual se la concedió, haciendo al reino persa tributario del imperio, recobrando todos los cautivos y todos los territorios usurpados por Cosroes, y sobre todo, rescatando el Madero venerable donde murió crucificado el Redentor del mundo. 

El Patriarca Zacarías, libre de su dura cautividad, acompañó hasta Constantinopla el precioso Depósito de que con tan admirable solicitud había cuidado en la Persia, y terminada con esto su misión, falleció en llegando á la corte imperial. La caja de la santa Cruz fue respetada mientras estuvo en poder de Cosroes y bajo la vigilancia de Zacarías, los sellos estaban toda vía intactos cuando se decidió retornar la santa Cruz á Jerusalén, lo cual verificaron en la primavera del año 629 el mismo emperador Heraclio y el Patriarca Modesto, sucesor de Zacarías. 

Un milagro se verificó al ir á poner la Cruz en el mismo lugar en que la había colocado la emperatriz Santa Elena; de este milagro, así como de los acontecimientos hasta aquí referidos, dan fe el Breviario y los antiguos historiadores Cedreno, Zonara, Suidas, Nicéforo, Glycas, Teófanes, Adón, Sigeberto, Surio y otros muchos. 

Fue que, habiendo querido Heraclio llevar sobre sus hombros con grandísima pompa el santo Madero, así que llegó á la puerta de la ciudad por donde se va al Calvario, repentinamente aumentó de tal manera el peso de la Cruz, que el emperador no pudo adelantar un paso por más esfuerzos que hizo. Atónito se quedó el imperial devoto, no menos que la inmensa muchedumbre presente, no sabiendo á qué atribuir aquel prodigio; mas el Patriarca Modesto, reparando en el oro, púrpura y piedras preciosas de que iba cubierto el emperador, díjole: «Señor, ¡no sea que ese ornato que ostentáis esté poco en armonía con la pobreza y la humildad de Cristo caminando cargado con la Cruz!» 

En efecto; habiéndose descalzado Heraclio y puéstose un pobre vestido, pudo llevar como ligera carga el sagrado Leño montaña arriba, hasta el mismo lugar en que fue fijado cuando el Redentor del mundo murió clavado en él. Se aviene mal la pobreza de la Cruz con la ostentación de las riquezas; los pobres han de regenerar con la Cruz ,el mundo, no los ricos con el poder de sus riquezas. 

APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA 
P. José Domingo María Corbató 
Biblioteca Españolista 
Valencia-Año 1904