sábado, 12 de mayo de 2012

APARICIÓN DE N. S. JESUCRISTO A LA MADRE MARIANA: LA DECADENCIA RELIGIOSA Y SACERDOTAL


LA DECADENCIA RELIGIOSA Y SACERDOTAL  

El 2 de noviembre 1634 después de recibir la Santa comunión, Madre Mariana tuvo una visión de Jesucristo.

Vio a Cristo, todo Él hecho una pura llaga y sobre todo, su Corazón Santísimo lleno de pequeñas pero punzantes espinas que lo atormentaban con crueldad extraordinaria y con inexplicable ternura derramaba un diluvio de lágrimas, dando tiernos quejidos y suspiros. Madre Mariana lo estrechó contra su corazón con ternura y amor, pues tenia a su dueño y Señor y temblando de doloroso amor le dijo: “Bien mío, amor querido y adorado de mi alma, si eres servido, dime ¿por qué causa o causas sufres tan crueles e íntimos martirios?”.

Jesucristo la miró con amorosa ternura y le dijo, dando un profundo suspiro: “Pues, bien, ya ves que estas pequeñas espinas me punzan con crueldad. Te hago saber que ellas son las faltas graves y leves de mis sacerdotes seculares y religiosos y de mis almas religiosas, a quienes sacando del mundo traeré a los claustros. Derramaré sobre ellas una lluvia de gracias espirituales, valiéndome aún de enfermedades graves y complejas para asemejarlas a Mí. Pero ellas, ingratas y sin corazón se quejarán de mi amorosa Providencia, me creerán cruel con ellas y retirándose de Mí con indiferencia, me dejarán sólo. Decaerá su espíritu como una flor marchita y secándose, no dará aroma en el jardín de mi Inmaculada Madre, para lo cual fueron llamadas, clavándome con este ingrato proceder esas menudas espinas que punzan tan cruelmente mi Corazón todo amor y cariño para con mis almas predilectas. Frustrarán los grandes designios que tengo para ellas, con los cuales las someto a pruebas, porque la cruz y la tribulación son el patrimonio de los justos aquí en la tierra. Inculca a tus hijas presentes para que vaya transmitiéndose, de generación en generación, en éste mi querido convento, así como en la Orden en general, el amor a la Cruz y al sacrificio, el amor a la vocación religiosa, el amor a la observancia regular, el amor y caridad fraterna, así como el amor a los pobres pecadores y la fiel correspondencia a las inspiraciones de la gracia. Habrá tiempos en los que la teoría será moneda corriente en sabios e ignorantes, en sacerdotes y religiosas y aún en gente vulgar. Se escribirán muchos libros pero la práctica de las virtudes apenas se encontrará en contadas almas, siento ésta la causa de escasear los santos. Precisamente por esto, caerán mis sacerdotes y mis religiosas en una indiferencia fatal, cuyo hielo apagará el fuego del amor divino, punzando mi Corazón amante con estas menudas espinas que ves. Por esta razón quiero que aquí haya almas en quienes Yo descanse de mis trabajos y tenga en ellas mis complacencias, siendo su vida atribulada y sacrificada, las caritativas y compasivas manos que sacarán estas menudas espinas y me darán el bálsamo que necesito. ¡Ay, si supieras, si te fuera dado comprender el interno e intenso sufrimiento que me acompaña desde la encarnación en el purísimo seno de mi Madre virgen, hasta el momento mismo en que mi alma salió de mi destrozado cuerpo, clavado en la Cruz, por la falta de correspondencia al diluvio de gracias que anega a mis sacerdotes y personas religiosas y, en consecuencia de esto, por los pecados que ellos cometen! Has de saber que la justicia divina suele descargar terribles castigos a naciones enteras, no tanto por los pecados del pueblo, cuanto por los de los sacerdotes y personas religiosas, porque éstos y éstas están llamados por la perfección de su estado, a ser la sal de la tierra los maestros de la Verdad y los pararrayos de la ira divina. Al desviarse de su sublime misión se degradan de tal manera que ante los ojos de Dios son quienes aceleran el rigor de los castigos, porque alejándose de Mí no viven sino en la superficie del alma, con esa lejanía indigna de mis ministros, con esa etiqueta y desconfianza, como si fuera un extraño para ellos. ¡Ay, si supieran, si se convencieran, cuánto los amo y deseo que solamente bajen al fondo de su alma, en donde sin duda alguna me encontrarían, y vivirían necesariamente de la vida de amor, de luz y de íntima unión para la cual fueron no sólo llamados, sino escogidos!

Ahora, esposa mía querida, pocos meses te restan ya de destierro, trabaja incansablemente por la perfección de mis sacerdotes y personas religiosas, ofreciendo con este fin, en unión de mis méritos infinitos y de mi Inmaculada Madre y tuya, todo cuanto hagas, hasta la más pequeña respiración.

Mucho me agradan las personas religiosas que toman sobre sí la sublime misión de santificar al clero, con sus oraciones, sacrificios y penitencias. En todo tiempo Yo me escogeré tales almas para que socias conmigo, trabajen, oren y sufran por la consecución de este nobilísimo fin, deparándoles en el Cielo una gloria muy especial”.  

Terminada esta visión tan conmovedora, la Madre Mariana parecía transformada en una nueva criatura. En ella no se veía sino un ángel en carne humana y un endiosado serafín. Sus palabras eran dardos encendidos de amor divino que herían dulcemente los corazones de sus felices hijas que con ella moraban. 

Tomado de la revista SÍ SÍ NO NO, nº 216-218

Ver también las apariciones de Ntra. Sra. del Buen Suceso a la Venerable Madre Mariana aquí.